Alemania expulsa al jefe de la CIA en Berlín harta del espionaje de EEUU
El Gobierno de Angela Merkel ha castigado a Barack Obama y a la CIA con una medida extremadamente poco habituale en las relaciones entre EEUU y Europa: la expulsión del jefe de la estación de la CIA en Berlín, un puesto en el que el representante de los servicios de inteligencia cuenta con cobertura diplomática. Es llamativa por dos razones, por la medida en sí y por hacerla pública. «La solicitud (para que el espía vuelva a su país) se produce a acusa de la actual investigación de la Fiscalía federal, además de las cuestiones planteadas hace unos meses en relación a las actividades de los servicios de inteligencia de EEUU en Alemania. El Gobierno se toma este asunto muy en serio», dijo el portavoz del Gobierno, Steffen Seibert en un comunicado.
La paciencia de Merkel se ha acabado. Las revelaciones de Edward Snowden fueron el primer toque de atención al saberse que incluso las comunicaciones de Merkel por móvil habían estado durante un tiempo bajo la vigilancia de la NSA. El enfado alemán no llegó al nivel de tomar decisiones drásticas, pero Merkel dejó claro en público y en privado que consideraba esa conducta como algo impropio entre aliados.
Un nuevo descubrimiento ha forzado la decisión de ordenar la expulsión del jefe de la CIA en la capital alemana. Del enfado se pasó al estupor causado en Alemania cuando se conoció la detención, la semana pasada, de un agente doble y los registros efectuados ayer en el Ministerio de Defensa al detectarse otro presunto informante a sueldo de la CIA.
Los gobernantes alemanes volvieron a mostrar su malestar en público. El ministro alemán de Hacienda, Wolfgang Schäuble, calificó de «estúpidos» y «torpes» a los servicios secretos de EEUU, ya que además de espiar a un aliado, como es Alemania, lo hace reclutando a «gente de tercera». «Eso es tan estúpido que da ganas de llorar», afirmó Schäuble, que destacó que Angela Merkel no estaba precisamente «divertida» ante tales revelaciones.
Según informaciones de los medios, el servicio de espionaje militar alemán fue el que detectó las actividades del presunto espía, empleado en el Ministerio de Defensa. En el caso anterior, un agente alemán de 31 años que trabajaba en la central de los servicios germanos de inteligencia en Pullach (Baviera) estaba en contacto con la CIA presuntamente desde hacía dos años.