martes, abril 16, 2024
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El Paramo más grande del mundo.

laguna sagrada de siechaEn Bogotá Colombia está el Paramo más grande del mundo con 154.000 hectáreas de tesoro natural.

Sobre la carretera que conduce al páramo más grande del mundo, de letras amarillas informa: ‘Bienvenidos a la localidad de Sumapaz, Alcaldía de Bogotá’. La señal advierte lo que muchos no creerían: el paisaje verde y el silencio de la montaña son también parte de esa ciudad de tráfico y caos, y casi 10 millones de habitantes. Bogotá tiene hacia el sur de su territorio un tesoro inadvertido: el Sumapaz, 154.000 hectáreas de ecosistema de páramo que se extienden hasta los departamentos de Meta y Huila.

frailejones2El Sumapaz ostenta el título de ser el páramo más grande del mundo porque supera en extensión a otras áreas protegidas similares en Colombia y en países de la región andina como Ecuador y Venezuela; y los páramos, por sus características ambientales, solo existen en nuestro continente. Esta fue la razón por la que fue elegido como el ‘Primer tesoro natural de Bogotá’, a través de una votación ciudadana convocada recientemente por el Instituto Distrital de Turismo. Para llegar, desde el centro de la ciudad hasta el páramo en pleno, solo se necesita una hora y 45 minutos de recorrido en carro. De camino, por la salida hacia el sur de Bogotá (la conocida vía al Llano).

Paramo_de_sumapaz_Bogota_D._CLa laguna de Chisacá es el inicio del Parque Natural Nacional Sumapaz, declarado así desde 1977. Dos rutas se pueden tomar para conocerlo: una es por el costado derecho de la laguna hacia Cajones y Cajitas, formaciones de agua en el pico de ese lado; y otra es una travesía entre el musgo húmedo hacia las lagunas Negra y Larga.  El paisaje parece una fotografía: es estático. Los chusques, los frailejones y las puyas –esta última el principal alimento de los osos de anteojos– se ubican a orillas de las aguas. Sí. Aquí habita esta especie, en lo más profundo del páramo, pero desde los senderos no se alcanzan a ver.
OsoandinoEl reto del camino, que dura entre dos y cuatro horas, es alcanzar los 3.600 metros de altura del pico. Caminar por el Sumapaz es posarse sobre una fábrica de agua natural. La neblina que viene de los cerros más altos como Bocas de Ceniza, que se ve al fondo del parque, desciende lentamente y humedece todo a su paso. Las goticas de agua se impregnan en las hojas y se internan hasta las raíces de los tallos. Se escucha en el interior de la montaña el paso del agua glaciar, que luego será laguna, después quebrada y que finalmente llegará a los embalses del Acueducto de Bogotá. El viento frío golpea en el rostro. La temperatura va desde los dos grados centígrados y puede llegar a los 30; es decir, puede ser muy frío o muy caliente.

946_frailejones2_20080901Esta es tierra de frailejones: hay unos enanos, desde 20 centímetros hasta siete metros; su color es verde plata y sus hojas apuntan al cielo; se suceden unos a otros sobre el musgo verde. El frailejón es hueco, ligero, tiene una raíz pequeña. Puede mecerse con el viento que llega de la montaña. La hojas son gruesas y vellosas. Este es un ecosistema frágil que requiere ser conservado, porque las quemas y la agricultura fácilmente lo afectan. También la gente: por eso hay que ir en grupos de no más de ocho personas.
“Lo que se pierda en Sumapaz se pierde para siempre de la faz de la Tierra. Estos frailejones solo se encuentran en ese territorio”, advierte Diego Murillo, ecólogo y coordinador de Clorofila Urbana, corporación dedicada a la educación ambiental.

frailejones2El estigma de ser una región violenta también ha alejado al páramo de la ciudad. En el imaginario aún se cree que allí operan grupos armados ilegales. Sin embargo, los senderos del Parque Nacional, donde se pueden realizar las actividades de ecoturismo, son espacios seguros. Un batallón de alta montaña custodia el lugar.
La riqueza del Sumapaz no solo está en lo natural. También se aprende sobre las creencias de los muiscas, que en su cosmogonía tomaban por dioses a los lagos y lagunas. Antes de descender se avista, a lo lejos, un cuerpo de agua oscuro como una roca: es la laguna Negra. Para llegar hasta allí se camina despacio entre los frailejones, con la precaución de no pisarlos. Queda en el fondo del pie de una montaña al que no se puede llegar. Pero contemplarla, desde la cima, es una experiencia inspiradora.

imageEl páramo trae tranquilidad, aun cuando algo de llovizna humedezca la cara y la ropa; permite detenerse y contemplar el paisaje con calma. Esa es la sensación que el visitante se lleva a su regreso. Eso y la sorpresa de saber que este tesoro natural hace parte de la caótica Bogotá.

Vega

Jorge Eduardo Vega - Comunicador Social - Periodista - con Tarjeta Profesional expedida por el Ministerio de Educación nacional de Colombia. Doctorado en la Universidad de la Florida USA en audiovisuales.

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