Emoción y multitudes en el funeral oficial de Madiba.
Miles de personas y casi cien líderes mundiales asisten a un emotivo funeral de Nelson Mandela.
«Hoy aquí hay cien países representados, millones de personas que se han juntado para despedir a Mandela». Así ha comenzado el funeral oficial por el expresidente sudafricano Nelson Mandela. «Pido perdón por la lluvia, no la hemos podido detener, pero en la tradición africana esto es una bendición y a Mandela le habría gustado ser despedido así», aseguró Cyril Ramaphosa, vicepresidente del Congreso Nacional Africano, y primer interviniente en la ceremonia.
«Mandela ayudó a millones de africanos que estaban oprimidos bajo el apartheid y se echó a los hombros su carga y les devolvió su dignidad y trabajó para unir a negros y blancos y para perdonar y acabar con el odio», aseguró y concluyó con un emotivo: «Su camino ha concluido, el nuestro acaba de empezar».
El estadio FNB, conocido como Soccer City, alberga el servicio religioso oficial y multiconfensional (con una oración interreligiosa dirigida por un rabino, un obispo, un imán y un dirigente religioso hindú) ante miles de personas, que en los graderíos llevaban horas desafiando a la lluvia, y ante cientos de personalidades políticas (más de cien líderes mundiales) y culturales venidas de todo el planeta.
El sacerdote hindú clamó en su oración que «muere el hueso, pero nace el alma» y pidió que todas las personas sean «liberados de la oscuridad», como hizo Mandela. Tras el contenido religioso, habló el compañero de celda de Madiba en la prisión de la isla de Robben, Andrew Mlangeni. Este amigo de Mandela aseguró que «Madiba nos mira desde arriba y, sin duda, sonríe al ver su bonito país unido para celebrar su vida y su legado». Mlangeni describió al padre de la Sudáfrica moderna como «un hombre muy sabio», un «líder humilde», que «fue inspiración para millones». Siempre fuimos conscientes de que compartíamos a Madiba con Sudáfrica, África y el resto del mundo.
El siguiente en hablar fue un familiar del fallecido, el general Thanduxolo Mandela, que ha sido el encargo de realizar el homenaje de la familia. Tahnduxolo ha agradecido «los pensamientos, la pena y los actos de solidaridad» recibididos de todo el mundo. «Siempre fuimos conscientes de que compartíamos a Madiba con Sudáfrica, África y el resto del mundo», aseguró. «Para él, la vida trataba de servir a otras personas», recordó. «Aquí están los ricos y los pobres, los poderosos y los débiles, todos compartiendo una visión», explicó. «Sin Madiba a nuestro lado, esperamos que podamos seguir apoyando su legado de paz, justicia y unidad de toda la humanidad. Hagamos que Madiba siga vivo». «Sus ideales tienen que pasar de generación en generación, para que el mundo sea mejor», animó este anciano de la familia Mandela.
Tras él, subieron al escenario tres de los nietos de Mandela. Ban Ki-Moon, secretario general de la ONU, fue la primera personalidad global que tomó la palabra. «El arcoiris es el símbolo de la pena y gratitud que siento», quiso simbolizar el surcoreano. «El mundo ha perdido a un querido amigo», explicó Ban, «él era uno de nuestros mayores profesores, nos enseñó, dando ejemplo; sacrificó muchísimo para conseguir libertad, igualdad, democracia y justicia». Ban Ki-Moon ha pedido al mundo dejarse inspirar por la «llama» que prendió Mandela.
La ceremonia ha comenzado con una hora de retraso sobre el horario previsto. En las horas previas, el baile de personalidades que desfilaron por el estadio situado en el célebre barrio de Soweto se hizo eterno: el secretario general de la ONU, Ban Ki-Moon; líderes sudafricanos; el presidente de EE UU, Barack Obama; el presidente afgano, Hamid Karzai, y el cubano, Raúl Castro; artistas como Bono, de U2; el príncipe de Asturias, Felipe de Borbón, y el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy; el empresario Bill Gates y un largo etcétera.
La música y las ovaciones han sido una constante en el acto, como también los habituales abucheos al actual presidente sudafricano, Jacob Zuma, tanto cuando ha aparecido como cuando ha sido citado. La presencia de líderes mundiales, unos cien, va a convertir este funeral de estado en el más multitudinario, superando al de Juan Pablo II que congregó en su momento a más de 70.