Rolls-Royce vende 3 de 4 vehículos personalizados.
Mi Rolls-Royce tiene un cielo estrellado y pintura de Oro. Las extravagancias de los multimillonarios en el famoso Rolls-Royce.
Un carro Rolls-Royce es sinónimo de exclusividad. 450.000 euros vale el Phantom o 310.000 euros el modelo Ghost resultan solo para los multimillonarios. Y los multimillonarios, quieren que sus adquisiciones sean únicas. De ahí que Rolls-Royce cuente con la división Bespoke para satisfacer los gustos de los clientes.
Tres de cada cuatro Rolls-Royce son únicos en el mundo, llegando al 82% en el modelo Ghost, que es el más vendido. Ésta es una de las claves del éxito de la firma británica Rolls-Royce, que este año prevé superar la barrera récord de las 4.000 unidades vendidas, un 10% más que en el año 2013. Los Rolls-Royce personalizados se fabrican en la planta de Goodwood, al sur de Londres en Inglaterra, de donde salen todos los Rolls-Royce. No es una fábrica de automóviles al uso. No hay robots, pero sí una exquisita alta tecnología.
La precisión de la prestigiosa firma de vehículos de lujo, la ponen los empleados muy bien cualificados en el tratamiento de maderas, piel y metales preciosos, así como técnicos expertos en textiles, ebanistas, orfebres y maestros pintores. La relación entre la fabrica de Rolls-Royce y sus exclusivos clientes se asemeja a la de un abogado y su cliente. El hermetismo es total si el comprador no quiere que se sepa nada acerca de la personalización de su vehículo. Pero en la fábrica sí se cuentan anécdotas sobre los caprichos de algunos clientes.
Uno cliente de Rolls-Royce pidió que la madera del interior de su vehículo fuera la de un árbol que tenía en su jardín y que se le secó. Otra clienta exigió que el color y que se puede pedir la carrocería en más de 45.000 tonalidades de colores, fuera del mismo rosa que el de su barra de labios de Chanel. O del color de la arena de su país en Oriente Próximo, como exigió otra persona. Para obtener el tono deseado usaron oro en la mezcla de la pintura. Incluso hubo una clienta rusa que pidió que el maletero del vehículo al completo fuera una nevera.
Todo se pinta y talla de forma artesanal, pero lleva un arduo trabajo de ingeniería detrás de cada vehículo que sale de fabrica. Las mezclas de pintura, por ejemplo, tienen que ser perdurables, y cada Rolls tarda un mes en pintarse. Los tratamientos de las pieles se hacen con esmero artesanal, y las maderas se someten a miles de pruebas de resistencia para que, en caso de accidente, una astilla no resulte mortal. De igual modo, convertir el maletero en un arcón exige que los ingenieros lo acoplen según estrictas normas de seguridad. Gustos infinitos y precios únicos, no desvelados.
Se sabe en la fabrica de Rolls-Royce, que un empresario de Hong Kong pagó más del doble de lo que cuestan dos Phantom básicos en su personalización. También conocemos que la opción del cielo estrellado con cientos de luces de LED minúsculas cuesta 9.000 euros más impuestos. Este capricho exige toda una semana de trabajo a un empleado de Goodwood que hilvana, como si fuera punto de cruz, todo el revestimiento lumínico del techo.
La gran rentabilidad de cada Rolls-Royce deriva de la conjunción entre ingeniería y artesanía. Desde 2006, los maestros artesanos forman a aprendices de entre 16 y 24 años, que combinan sus cuatro años de formación con títulos educativos homologados.